viernes, 27 de abril de 2012

Amigas del rancho

El joven estaba, una vez más, navegando por foros y comunidades ponyplay, una de sus aficiones secretas, buscando gente afín con la que charlar y, quizá, experimentar. En esta ocasión, estaba leyendo sobre los eventos un pequeño rancho de ponis humanos que había no muy lejos de su ciudad, al cual nunca se atrevió a ir por no conocer a nadie de los que lo frecuentaban.

Entre las personas que habían firmado en un evento, vio un comentario que le llamó la atención:
La carrera estuvo genial!!! Ahhh, tengo que buscarme un poni ya!!!
— Carla
La curiosidad le llevó a pulsar sobre el enlace de su nombre, y leer su perfil público. En la foto vió una chica de 25 años, morena, voluptuosa, de turgentes pechos y fuertes piernas. Al leer los detalles, pudo comprobar que ella había asistido de público a múltiples eventos, y que estaba interesada en participar en un futuro.
— ¿Por qué no? —se preguntó, mientras miraba el botón de enviar mensaje privado.

Y así empezó todo. Una larga sucesión de eventos que acabó llevándolo a estar hoy en el rancho, esperando por Carla para la primera sesión de ambos.

A los pocos minutos llegó otro coche y de él salieron dos damas. Una de ellas, la más morena, llevaba un vaquero corto, botas, y una camiseta gris. Se trataba de Carla. La otra, algo más joven, de tez pálida y cabello rubio, un poco más baja y rellenita, con un vestido verde, era María, una amiga de Carla algo tímida que le había presentado anteriormente, y que venía de público como habían acordado, ya que sentía curiosidad por este tema pero le daba vergüenza asistir cuando había más gente. Pero hoy el recinto estaba reservado para ellos tres.

Tras una charla, las mujeres fueron a sentarse en el muro que rodeaba el circuito, mientras el chico fue a cambiarse y traer uno de los rickshaws aparcados en el cobertizo. Volvió vestido como Carla le había pedido: únicamente un boxer negro, y calzado deportivo, mientras remolcaba el vehículo.

María sonrió ligeramente al verlo así, y él miró hacia el suelo algo avergonzado. Entonces Carla se levantó, se acercó, y le puso unas muñequeras en ambos brazos, enganchándolas a continuación a las barras de las que tiraba para mover el carro. A continuación le colocó el bocado, y enganchó al mismo las riendas. Tomó el otro extremo de éstas en sus manos, y se sentó en el banco de madera en la parte de atrás del carro.
— Estás listo?
— Si
— Entonces... ¡Arre!
Acompañó su orden con una sacudida de las riendas, y empezaron a avanzar al trote.

El carro era un modelo deportivo, especial para las carreras, por lo que no tenía tejado ni decoración excesiva, y el asiento de la jinete está situado sobre las ruedas, de forma que la mayor parte del peso no recae sobre los brazos del poni. También era ligeramente más ancho para darle mayor estabilidad al tomar giros.

El joven continuó trotando, dando vueltas al circuito, mientras Carla sonreía feliz de poder cumplir su sueño. A cada vuelta, aprovechaba para saludar a María, que les miraba con atención desde la pared. Pronto la amazona fue tomando confianza, y empezó a exigir más al chico
— ¡Más rápido!

El chico aceleró hasta donde pudo, y pronto su respiración se convirtió en jadeos y su cara se cubrió de sudor. Carla estaba disfrutando la sensación, la velocidad, el poder que le hacía sentir, en su asiento. Sabía que su poni no podría aguantar ese ritmo mucho tiempo, pero no quería que se terminase todavía. Él lo sabía, y hizo un esfuerzo por continuar, pero a las pocas vueltas su cuerpo entero estaba bañado en sudor y empezó a perder velocidad.
— Sooo... Las siguientes vueltas puedes darlas caminando. Recupera el aliento, y haremos un descanso.

Así hizo, y tras dos vueltas caminando, su respiración se empezó a calmar, y se detuvieron junto a María. Carla le habló a su amiga.
— ¿Qué te ha parecido esta primera ronda?
— Me ha gustado mucho. Pero ¿no eres muy dura con el muchacho?
— Me dejé llevar un poco por la emoción, pero... al fin y al cabo, a él también le encanta esto... ¿Verdad?
Él afirmó con la cabeza, ya que el bocado le impedía hablar.
— No te gustaría probar? —preguntó Carla a su amiga.
María se sonrojó.
— No se...
— Anda, ¡no seas tímida! ¡Ven!

Carla se bajó del carro y animó a su amiga hasta que por fin aceptó. La ayudó a subir al carro, le cedió las riendas, y le dio las indicaciones básicas. A continuación se alejó a sentarse al muro, donde antes observaba la otra mujer.
— Ehm... ¿Arre? —dijo tímidamente María, dando una pequeña sacudida a las riendas.

Entonces el chico volvió a avanzar, trotando a poca velocidad. Al momento del arranque, María se sujetó al asiento, pero al poco fue perdiendo el miedo y relajándose. Era más pesada que Carla, y el joven notaba que tenía que tirar con más fuerza para avanzar. O tal vez era el cansancio del rato anterior. Pero aún así había descansado un poco y podía continuar a ese ritmo sin demasiado problema.

A las pocas vueltas, Carla le gritó desde su asiento:
— ¡Prueba a galopar un poco! ¡Es lo mejor!
María dudó un instante, pero decidió hacerle caso. Le dio la orden al poni, y éste volvió a galopar. Aunque preocupada por su montura, la chica disfrutó la sensación, el poder, el aire en su cara...

Apenas iba a terminar la segunda vuelta de galope, pero el joven empezaba a jadear y sudar de nuevo. Ésto preocupó a María, que no quería hacerle esforzarse, por lo que le ordenó detenerse al llegar junto a su amiga.
— ¿No te gustó? —dijo Carla.
— Si, pero no quiero abusar de él...
— Pero apenas estabas empezando.
Él aprovechó mientras hablaban para descansar brevemente de nuevo.
— Deja que te enseñe.
María iba a bajarse para dejarle el puesto a su amiga, pero ésta la detuvo.
— Espera, demos una vuelta juntas.
— ¡Pobre! ¡Pero lo agotarás!
— Solo será un momento, no pasa nada. ¿Verdad, poni?
El joven asintió dudoso.

En un instante ambas mujeres estaban sentadas sobre el carro, con Carla llevando las riendas. Ordenó al poni comenzar el trote de nuevo, y éste se dispuso a cumplirla. El peso del carro era mucho mayor de esta vez, y le costó un poco ponerlo en marcha, pero pronto estaba trotando de nuevo. Detrás las dos chicas hablaban sobre la experiencia.

Al ir hablando el tiempo se les pasaba más rápido, y continuaron avanzando al trote por el circuito durante bastante rato, mientras el chico se esforzaba por continuar.
— Me pregunto si podrá galopar con las dos. ¡Arre!
Carla tiró de las riendas, y el joven aceleró todo lo que pudo, teniendo en cuenta la resistencia que el peso del carro ejercía. María seguía algo preocupada, pero la determinación de su amiga la convenció, y finalmente se relajó junto a Carla. Ambas se reían por la escena, y volvieron a la charla por un par de vueltas, que se le hicieron eternas al joven. Finalmente no fue capaz de mantener el paso, y empezó a reducir rápidamente. Al darse cuenta las chicas, le mandaron parar y desmontaron.
Pobrecillo, nos distrajimos al ir hablando, y de esta vez si abusamos mucho... mira qué sudado está... —se lamentó María.
— Démosle un descanso...

Carla le liberó del bocado y de las muñequeras, y él apoyó el carro, y acompañó a las chicas a sentarse, ellas en el muro, y él en el suelo delante de ellas. Los tres hablaron sobre la experiencia durante un largo rato. Para Carla había sido como esperaba, y María se había convencido de probar en más ocasiones, y dejar de preocuparse tanto. El chico, por su parte, les contó que le había encantado sentirse bajo su poder, y la sensación de entrega al usar todas sus fuerzas para cumplir las órdenes.

En un momento de la charla, con el ambiente distendido y relajado, María dijo:
— La verdad es que me gustaría probar alguna vez a montar a hombros...
Carla la miró y sonrió, y a continuación miró para el chico y dijo:
— Anda, danos una última vuelta y cúmpleselo... Y te ganarás un premio.
Él estaba ya algo descansado, y decidió aceptar. Carla, entonces, continuó:
— Genial, pues... este es tu premio...
Y con esas palabras se quitó la camiseta, y a continuación el pantalón, quedando cubierta por su ropa interior negra brillante, estilo latex. El joven no podía quitar los ojos de encima de su hermoso cuerpo. Sus curvas, su cadera, esos hermosos pechos y muslos...
— María, no seas injusta, tu eres la que quieres cabalgar en sus hombros... ¿No le regalarás un poco la vista al menos?
María se sonrojó, pero Carla fue a junto de ella y le insistió hasta que aceptó. Se levantó, y de espaldas a él se quitó el vestido, quedando en su ropa interior rosa. Se giró cubriéndose con los brazos, pero esto no impidió al joven ver su hermoso cuerpo. Aunque estaba rellenita, sus curvas eran muy sexys, y piel se veía tan suave y blanca...

Después, el joven se arrodilló para permitir a María subir sobre sus hombros, ayudada por Carla. Sus muslos rodeaban el cuello del chico, y el peso le dificultó levantarse, necesitando sostener las manos de Carla para no perder el equilibrio inicialmente. Una vez de pie, Carla le dijo:
— Seguro que te encanta sentir su piel así... verdad? Pero debes ganarte el premio que te hemos dado. Quiero que también me lleves a mi en el carro a la vez. De esta vez sin riendas ni demás, pero hazlo bien por mi... si?
— Me encantará hacerlo, si —le respondió él.

Entonces Carla le acercó las barras del carro y una vez él las tomó, se sentó de nuevo como en las anteriores ocasiones. Entonces el chico empezó a caminar, lentamente. María se sujetaba apretando su montura con fuerza entre sus muslos, y apoyando sus manos en su cabeza. Para el chico suponía un gran esfuerzo cargar con ella, y más aún teniendo que tirar del carro, pero le encantaba intentarlo, y la excitación por su premio le ayudó.

— ¡Al trote! ¡Un último esfuerzo! —le pidió Carla desde su asiento al joven.
Éste aceleró el paso como se le indicó, y continuó así un rato, para diversión de ambas chicas. Finalmente, a las pocas vueltas, se detuvo ya que sus piernas flaqueaban de cansancio y no podía continuar. Las chicas desmontaron, y le agradecieron su esfuerzo.
— Has sido un buen poni. Espero que te haya gustado tanto como a nosotras... porque me parece que querremos repetir juntas más veces.

Y el chico sonrió ilusionado.

1 comentario:

  1. Genial!!, mas de una vez habia soñado con algo asi, montado y al mismo tiempo arrastrando un carro con otra mujer. Has llevado a letra sueños reales.

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