lunes, 23 de abril de 2012

La playa

El joven dormía plácidamente en su cama, desnudo, con la brisa marina entrando por la ventana, apenas refrescando la cálida noche de verano, tras un largo día haciendo las tareas domésticas, cuando un zumbido le despertó. Se incorporó y vio la hora: las 4 de la mañana... ¿Por qué lo habría despertado su ama a esa hora?

- Por qué has tardado tanto?
- Lo siento, Ama. Vine tan pronto escuché su llamada.
- No consigo dormir. Vamos a dar un paseo. Coge el látigo y el collar.

Ella se incorporó, luciendo su camisón, y cuando se puso en pié, él ya había regresado con los objetos indicados. Le puso el collar, y guiándolo con la correa, salieron por la puerta de atrás. Enfrente les esperaba una hermosa playa, extendiéndose en ambas direcciones, y iluminada por la luna llena.

Aunque la casa quedaba bastante alejada de la ciudad, y se tenían que recorrer varios kilómetros por un camino de tierra para llegar a ella, esta playa hacía valer la pena la inversión. Seguro que en unos años la zona se llenaría de otras casas o hoteles, por ahora estaba prácticamente desierta, y más a estas horas.

Al llegar al umbral de la arena, ella le dijo:
- Arrodíllate.
Una vez lo hizo, ella prosiguió:
- No quiero llenar mis pies de arena y tener que limpiarlos al volver, así que me llevarás sobre tus hombros.

Mientras terminaba la frase, se acercó a él, y sosteniéndose de su cabeza, pasó una pierna sobre su hombro, y se sentó, quedando a horcajadas de su cuello.
- Arriba!

El chico lo intentó, y tras tambalearse bajo su voluptuosa ama, finalmente logró alzarla apoyando sus manos en sus rodillas. Entonces ella le dio un ligero apretón en sus costados con sus piernas para indicarle que avance, mientras se sostenía de la correa, y él sujetaba los gruesos muslos de ella con sus brazos.

La tenue brisa creaba un leve murmullo del mar contra la arena, mientras avanzaban por la orilla. Ella observaba las estrellas y la luna, relajándose y olvidando sus preocupaciones, mientras él solo se preocupaba de mantener el equilibrio y seguir caminando. Avanzaron un largo rato, hasta que ella rompió el silencio:
- Ya se! Quiero ir al faro!

A unos dos kilómetros había un brazo de rocas adentrándose en el mar, con un faro que alertaba a los barcos del peligro. Al lado estaban las ruinas de la antigua casa del farero, abandonada hace años desde que el faro fue modernizado y pasó a ser controlado de forma automática.

- No quiero pasar toda la noche aquí! Date prisa!
De un latigazo en su espalda le instó a acelerar el paso. Continuó el camino trotando, y su respiración se fue volviendo más pesada hasta convertirse en jadeo a los pocos minutos. Cuando iban por la mitad del camino, su cuerpo brillaba con el sudor, mientras ella balanceaba sus pies adelante y atrás, divirtiéndose y distrayéndose.

Cuando llegaron, el joven apenas podía continuar, y la mujer le mandó parar y caminar hasta el pie del faro, por un camino de madera en el centro de las rocas. Entonces le mandó arrodillarse, se bajó, y se sentó en el muro de cemento que protegía al faro del oleaje.
- El paseo ha sido bastante... estimulante... Ahora quiero que hagas algo para mi...

Aún arrodillado y recuperando el aliento, el chico la miró preguntándose qué debía hacer. Ella puso sus pies en sus hombros, y tiró de él hacia si, acercándolo y dejando su cabeza entre sus muslos. Entonces tuvo claras sus órdenes, y empezó a practicar sexo oral a su ama.
- Me excita mucho cabalgar en tus hombros y sentir tu cuello acariciar mi sexo a cada paso... Esta es tu recompensa. Hazme gozar...

Su lengua se abrió paso entre los labios de la mujer, y subió hasta su clítoris. Ella se estremeció, y él continuó su tarea, aún con dificultades para respirar. Su aliento ayudaba a excitar a su ama, la cual empezó a golpearle con el látigo en la espalda.
- Más rápido... más arriba... a un lado... ahí... sigue....
Pasaron los minutos, y la respiración de la chica se hizo más rápida y, finalmente, apretando fuerte la cabeza del chico gimió al alcanzar un maravilloso orgasmo.

Tras calmarse unos instantes, la mujer le dijo:
- Qué delicia... Si te sigues portando así de bien, tal vez te deje tener un orgasmo a ti al llegar a casa... Ahora súbeme y llévame de vuelta, ¡rápido!
Él se giró, y rodeando sus muslos la levantó con gran esfuerzo. Podía sentir aún la humedad del sexo de su ama contra su cuello. Obedeciendo sus órdenes, trotó en dirección a casa.

El cansancio de la ida aún no se había desvanecido, y los 10 o 15 minutos de vuelta fueron un reto para sus fuerzas. Además, cada vez que bajaba el ritmo su ama le daba un fuerte latigazo, acompañado de un poco de abuso verbal.
- Estás muy cansado? Ya no puedes más? Pues esfuérzate para mi. Vamos! Más rápido! No quiero un poni lento!

Cuando llegaron, el chico ya no podía más: estaba totalmente empapado en sudor y le costaba respirar. Ella le mandó arrodillar y le dejó descansar un minuto sin levantarse.
- Llévame a mi habitación. Así, de rodillas.

Continuó sobre sus hombros mientras él avanzaba sobre sus rodillas por el pasillo y las escaleras hasta llegar a su habitación.
- Hoy te has portado muy bien y, como te prometí, te dejaré tener un orgasmo. Sé que llevas todos estos días esperándolo... Pero tendrá que ser a mi manera...

Levantándose de sus hombros, tomó algo de un mueble. Se trataba de un masturbador para hombre, un juguete sexual con una abertura similar al sexo femenino. Lo colocó en el centro de la cama, y le ordenó ponerse en posición. Él se puso sobre el dispositivo, en una postura similar al misionero, e introdujo su sexo en su interior.
- Espera, no va a ser tan fácil...

Diciendo esto, se subió a la cama y se sentó sobre su lomo, cerca de los hombros, viendo hacia su trasero.
- Tendrás que hacerlo conmigo sobre tu lomo. Espero que no te canses y tengas que quedarte con las ganas...

A pesar de su cansancio, empezó a mover la cadera adelante y atrás, guiado por el deseo sexual acumulado los días anteriores. Sus brazos hacían un esfuerzo por sostener el peso de su ama, que con el látigo, que aún no había dejado, golpeaba sus nalgas ocasionalmente.
- Vamos! Date prisa! Por qué tiemblan tus brazos así?

A los pocos minutos, la respiración del chico se aceleró y apretó la cama con fuerza, en su tan ansiado orgasmo. Sus fuerzas se desvanecieron en el relax tras el clímax, pero su ama le ordenó entonces:
- Ahora levántate y arregla mi cama. Has arrugado las sábanas!

Ella se giró quedando viendo hacia adelante, y él se puso en pie con gran esfuerzo, agotado por el orgasmo de hacía unos segundos, con ella en sus hombros. Hizo la cama como se le había ordenado, y se arrodilló para que ella se baje.
- Uf! Ya son las 6... Querré dormir hasta tarde, así que no hagas ruido al hacer la limpieza. Buenas noches!

Y con estas palabras se acostó, y él volvió a su habitación, agotado. Se acostó también, y trató de descansar las 2 horas que le quedaban antes de tener que volver a sus tareas.

2 comentarios:

  1. Realmente destilas en todos los relatos, una dominacion ponyplay perfecta. De hecho, tus relatos, en especial el primero (primera visita) y este, son exactamente el guión que yo le pediria a una mujer dominante que me hiciera, sea en una sesión profesional o de otro tipo. Felicidades y sigue adelante.

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  2. Muchas gracias! Espero que disfrutes las próximas historias también.
    Un saludo!

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