martes, 17 de abril de 2012

Primera visita

Él llevaba tiempo soñando este momento. Tras mucho tiempo conociéndose y planeándolo, hoy era el momento. Llegó a la dirección que ella le había indicado, media hora antes del momento acordado, y esperó pacientemente. Pasaban cinco minutos de la hora cuando la puerta se abrió, revelando a una mujer de unos 30 años, de piel pálida y pelo castaño. Sus vaqueros marcaban perfectamente sus fuertes muslos y su redondeado trasero. Su jersey de lana, a pesar de ser flojo, no ocultaba la silueta de sus grandes pechos. Era hermosa, sin duda.

Tras dejarle pasar, la mujer cerró la puerta, y sin más preámbulos le ordenó:
—Desnúdate y deja la ropa al lado de la puerta.
Bajo su atenta mirada, obedeció, procediendo a quitarse prenda tras prenda y dejarlas dobladas junto a la puerta. A los notables nervios se unió la sensación de indefensión por estar desnudo ante una dama vestida. Entonces ella lo guió hasta un amplio salón con moqueta, cuyo único mobiliario era un pequeño sofá contra una pared, y un mueble bar con una televisión en el lado opuesto.

La mujer se sentó en el sofá, sin quitarle los ojos de encima, y le dijo:
—Sírveme una copa y arrodíllate ante mí.
Él tomó la botella que estaba junto a la pantalla, una copa, la sirvió, y procedió a arrodillarse junto a ella ofreciéndole la copa. Ella la tomó, y mientras la disfrutaba le habló:
—Esta primera sesión te pondré a prueba para ver si sabes respetar mis reglas y cumplir mis expectativas. Si lo haces, tu recompensa será una nueva sesión, mientras que si no, te echaré a patadas de mi casa, sin devolverte la ropa. Se que estás nervioso por ser tu primera experiencia en este mundillo, pero también se cuánto lo deseas. Aceptas mis condiciones?
—Si, ama —dijo con voz temblorosa.
—Entonces serás mi pony esclavo, como deseabas. Ponte a 4 patas, ¡ahora!
Él obedeció de inmediato.

La mujer dejó su copa mediada apoyada en el suelo al lado del sofá, y dio una vuelta alrededor de él, observándolo. Su piel era morena, y su cuerpo parecía robusto. Eso le gustó. Decidió no alargar más su espera, y se sentó al centro de su espalda, con las piernas colgando a cada lado. Él pudo sentir, por primera vez, su peso hundiendo su espalda y cansando sus  brazos. No era una mujer delgada: él estimó que pesaría unos 80kg. Ella se tomó unos instantes para acomodarse, dobló sus piernas apretándolo entre sus deliciosos muslos, y procedió a indicarle:
—Quiero que des vueltas alrededor de la habitación. ¡Arre!
Empezó a gatear cuidadosamente para evitar hacer perder el equilibro a su amazona.
—Vas demasiado lento. ¡Más rápido!
Aceleró el paso, y comprobó que ella no se caería fácilmente: no solo sus fuertes muslos la sujetaban apretándole, sino que sus manos apretaban también sus hombros dándole mejor estabilidad.

Pronto se dio cuenta de que no era tan fácil como había imaginado, y su agitada respiración indicaba el cansancio que le provocaba el esfuerzo por levantar cada mano, cada rodilla, bajo el peso de su amazona. Pero no podía descansar, ella no se lo consentiría. Apenas habrían pasado unos 5 minutos, pero le parecía una eternidad...
—Soo! Detente en el centro de la sala.
Ya parados, ella se tomó un instante para escucharle jadear y disfrutar su cansancio, lo que le sirvió de pequeño respiro a su pony.

Tras un minuto, se sentó más adelante, casi sobre sus hombros, sobre los que colgó sus muslos. Esto le permitió a él contemplarlos, sentirlos más de cerca, bajo la tela de su pantalón. Pero también hizo que todo el peso recayese sobre sus brazos.
—Da unas vueltas despacio ahora.
En esta ocasión, aunque podía respirar más tranquilamente al no tener que acelerar tanto, sus brazos tuvieron que realizar un esfuerzo mayor, y a la tercera vuelta ya empezaban a temblar.
—Ve a junto mi copa y dámela.
Así hizo, y haciendo un esfuerzo por sostenerla apoyado en un solo brazo, usó su otra mano para tomar la copa y alzarla hacia su amazona. Ésta, tomándola, dijo:
—Ahora quiero que te pongas de frente a la pared, y pegues tu cabeza a ella.
Una vez lo hizo, ella se giró, quedando viendo hacia su trasero, estirando sus piernas a lo largo de la espalda de su montura. Lo estaba utilizando de silla mientras se terminaba su copa, lo cual hizo lentamente disfrutando cada instante.
—Me encanta saber cuánto te está costando sostenerme así, y lo cansados que están tus brazos... Pero si quieres ser mi pony, deberás entrenar duro: para la próxima sesión no seré tan suave...
Finalmente se levantó de su lomo, y él respiró aliviado. Sus brazos ya no podían más. Ella le indicó que había pasado la prueba, y que volviese en una semana.

Los siguientes días, el dolor de sus músculos le recordaba constantemente que la siguiente sesión sería más dura. Y él estaba deseándolo.

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